lunes, 26 de noviembre de 2012

Como alma que lleva el diablo

  Julio huyó de la ciudad de Méjico sin razón alguna, después de meses de vagar por todo el país, detuvo la marcha: consiguió trabajo en un taller mecánico en la ciudad de Tijuana, llamado Martinez motors, se le hacía un nombre ridículo, pero todo ahí era ridículo:tacos con tortilla de harina con carne reseca y con salsas insípidas, museos esféricos, gringos drogados con sombrero de mariachi tomándose fotos junto a un burrito pintado como cebra... Un dia salió de la oficina el señor Martinez padre, que siempre estaba encerrado . El viejo Martinez parecía un brujo con apariencia de vagabundo o viceversa, impresionaba verlo, sucio, pero no como un mecánico con las acostumbradas manchas de aceite o grasa en el overol, sino que llevaba manchas de liquidos indefinibles y chiclosos, no olía a aceite o gasolina, apestaba a mil diablos... "Julio", decía el viejo: "algún día sabrás lo que es tocar un motor, eso no se lo he enseñado ni a mis hijos, pero tu si podrás... lo sé", Julio pensaba que el viejo estaba algo loco, asi que no le daba importancia. Habían pasado tres meses y Julio había aprendido algo de mecánica, pero sólo trabajitos sencillos: frenos, afinaciones,el cambio de algún sensor... A veces lo mandaban por algúna compra absurda y lo alejaban del lugar, Julio se retiraba sin hacer preguntas, aunque había había visto cosas raras en el taller que no alcanzaba a comprender, vió sangre bajo los motores, pelos como de gato o perro regados en los asientos, cera de velas moradas y negras sobre los motores, extraños libros en lenguas extrañas junto a los manuales de servicio... Un día, cuando se bañaba para irse a casa, el viejo tocó a la puerta del baño, "Julio, ya se fueron mis hijos te enseñaré cómo tocar un motor", Julio se vistió rapidamente sin enjuagarse y salió, el viejo tenía una lámpara sobre el cofre abierto de un Mustang 67 "ven hijo, ven a ver el carburador de dos gargantas que le puse..." Cuando julio se acercó para ver el carburador de cerca, recibió un golpe seco en la nuca que le desconectó las luces...Cuando despertó se desangraba sobre el motor, atado de manos y tobillos y suspendido de una cadena, el viejo le decia: "necesito sangre joven para este carro, asi es como los toco, parece una broma hijo, pero creeme, a veces basta con la sangre de un perro o un gato bravo, para tocar un motor, pero creo que tu sangre junto con la gasolina por las venas de este motor, harán de esta máquina una bestia, no es brujería hijo, es sólo magia..." Julio se sacudió como pez fuera del agua y sin saber cómo se soltó de la cadena, se golpeó en el cofre pero sólo sacó un rasguño en el hombro, pateó al viejo en el estómago por lo que se fue de cara sobre el suelo, inconciente..."Maldito viejo ahora verá lo que es tocar un motor", lo levantó y colgó tal como había estado él minutos antes y dejó desangrar al viejo sobre el carburador de dos gargantas, las que bebieron ávidas la sangre del vejete...Julio abrió el portón del taller, encendió el mustang y salió como alma que lleva el diablo, desapareciendo para siempre de ahí... Esa es la historia que la gente cuenta cuando alguien les pregunta por Julio, ese fantasma que corre por los caminos solitarios de los pueblos abandonados y  carreteras clausuradas, en las frías y apestosas noches de Tijuana, huyendo de la maldita razón ...

La venganza

Raúl se enteró que el simio había salido del bote, tras cumplir su condena de siete años por robo con arma de fuego, la última vez que lo había visto, poco antes que lo encerraran, el simio le había dado una buena madriza, cuando le reclamó por haberle bajado a su vieja, humillándolo frente a todo el barrio, en ese entonces Raúl y el simio eran unos mocosos de 18 años, Raúl ni metió las manos, pues no sabía pelear, pero ahora piensa cobrársela al pinche simio, aunque de seguro trajo un chingo de mañas del reclu, pero Raúl no es pendejo, ahora él llevará ventaja, lo sorprenderá en casa de la mamá del simio, donde le dijeron que se aloja , lleva un tubo de acero por si acaso, se dirige hacia el número 15 de las casitas del campamento de Cartolandia, agujero perdido en la mugre de la mugre de Iztapalapa, Raúl suda frío, la casita ni puerta tiene, nomás una cortinita gris y brillosa de mugre, respira hondo y empuña el tubo con fuerza, jala la cortinita y grita “¡ahora si puto, ya valió verga!”, el simio voltea sin sorpresa y continua bañando a su madre en una gran tina donde la obesa anciana con artritis se enjuaga en agua jabonosa, la levanta y le dice a Raúl, “pásame la toalla del sillón”, Raúl confundido tira el tubo y le acerca la toalla, El simio carga a su madre envuelta en la toalla y la acuesta en su cama, la viste, la peina y aplica crema en brazos y cara, Raúl observa todo callado, el simio habla sin voltear, tal como si hablara consigo mismo: “pinche Raulito ya estás güevudo como para que me vengas a armar panchos, ya hasta se me había olvidado de aquella madrina que te metí, me pasé de lanza, pero te la merecías, por pinche guaguarón y farol, la Licha ni te quería , eras un pinche mamón, pero estábamos chavos... ya dale vuelta a la hoja, no manches…ahora que si tú crees que rompiéndome el hocico, vas a estar a mano, pues chido güey, suelta el putazo, pero yo ya no pelearé, siete años en cana fueron suficientes y no voy a volver al tambo por una pendejada tuya, tengo que estar libre pa´ocuparme de mi jefa, asi que suelta el primer putazo o ábrete a la verga…” Raúl, no supo que decir o hacer, en silencio salió con la mirada baja, recogió la cortina que había tirado y la puso en su lugar, camina hacia la calle, donde el día estába soleado, la luz se le metía por los ojos como dardos luminosos, asi que mejor los cerró y se sentó en la banqueta recargado en un árbol, pensó para sus adentros: “el simio se hizo hombre por allá,en el bote y yo … y yo… en las mismas, ¿qué pedo conmigo?”