lunes, 18 de marzo de 2013

el escritor

Escarbé y escarbé y no estaba por ninguna parte, ¿Dónde había enterrado a mamá?, el jardín no es grande, su cuerpo no podía haberse descompuesto y desintegrado tan pronto, no puedo entenderlo, no me importaría dejarlo ahí bajo las bugambilias, pero había vendido la casa y el comprador me había comentado su interés en construir sobre el jardín, así que sería cuestión de tiempo para que apareciera el esqueleto de la vieja y la policía haría preguntas, eso no debía pasar, sacaría los restos, los tiraría al canal del desagüe, vendería la casa y me largaría lejos con Laura, mi bella Laura… No quería matar a mi madre, pero eso de prohibirme  traer a mi novia a casa, era puro egoismo de la vieja podrida, de todos modos  yo ya había decidido: Laura vendría vivir conmigo, con mi madre o sin ella, así que una noche tomé una almohada y la puse sobre el rostro de mi madre, no se resistió, soltó su último suspiro suavemente, como rezando, ya no sufriría más, y yo tampoco, esa misma noche cavé la zanja y sepulté los restos, el cáncer y la artritis la habían secado como una nuez vacía, no pesaba nada…

“¡Julio, hijo, deja esa cochina computadora y ayúdame a regar las flores!”, “ ¿Sigues con esa idea de ser escritor? hijo para eso se nace, búscate un trabajo, búscate otra mujer , no es bueno que estés toda la tarde en ese aparato, ¿Así cuándo tendré nietos? ¡Ese carácter tan feo que tienes! Laurita era buena chica, ¿Para qué la dejaste ir?” “Mamá déjame en paz, ya te dije que no sirvo para el matrimonio, ¿Quieres que pode el pasto, y riegue las bugambilias?” “Si hijo, trae las tijeras…”

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