martes, 11 de junio de 2013

Las manos

(Para Anahí Avelar) 
Aquella máquina cortadora con la capacidad de rebanar cientos de pliegos de papel de un sólo tajo, era manejada por Federico quién llevaba 22 años en la fábrica, su trabajo era rutinario, predecible, automático, como un matrimonio aburrido. Federico volteó a ver el reloj de pared , ya casi era la hora de salida, aunque estaba cansado no tenía una urgencia real de irse, en casa llegaría a escenificar el mismo ritual en que desahogaba su melancolía: simular ver televisión, mientras su vista se dirigiría al techo recordando la cara y el cuerpo de alguna mujer de su pasado, todas eran parte del pasado, recrearía cada detalle mientras se masturbaba lentamente... La cuchilla cayó, fulminante, cortándole ambas manos.
Los médicos intentaron reimplantar las manos de Federico, sin éxito, regresó a casa una semana después, ahí estaba Federico, ahora estaba más sólo que nunca...

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