martes, 23 de octubre de 2012

El viaje

Todo había sido cómodo y simple por años, Mario era un fotógrafo de bodas que viajaba cada semana a hacer su trabajo por todo el país, se había casado desde hacía veinte años con la mujer que amaba, tenían un perro y un loro que no paraba de repetir el himno nacional, cuando venía de regreso de sus viajes de trabajo, se detenía a cada momento para admirar y hacer unas fotos de los inmensos y espectaculares paisajes de mares, valles, sierras y montañas, era como un vicio, sacaba la cámara y no paraba, quería atrapar al mundo en miles de clicks . Al llegar a casa cansado y lleno de imágenes, su mujer lo llenaba de besos, su perro ladraba y agitaba la cola y el loro cantaba ajeno a todo: “… un soldado en cada hijo te dio”, era cómico, todo era cómodo y fácil.
Hace dos meses ella le mostró el documento del hospital, donde le diagnosticaban un cáncer incurable y le daban poco tiempo de vida, le proponían algunos paliativos, y eso era todo. Ella le dijo a su esposo: sigamos con nuestras vidas como siempre, no quiero morir en un puto hospital, no quiero que detengas tu vida, él le contestó: no linda ya no me separaré de ti, no lo haré; El loro cantó: “…mas si osare un extraño enemigo…” Decidió llevarla a un viaje, compró una camioneta más amplia y cómoda y partieron junto con el perro y el loro, se detenían cada que la inmensidad de la naturaleza les guiñaba el ojo, el quería compartir todo eso que le maravillaba fotografiar, ella quedaba impresionada por la belleza del mundo natural, se sentía feliz de ver tales maravillas, cielos de diferentes tonalidades, amaneceres tibios, nublados, cálidos, olas impresionantes, bosques y selvas, la naturaleza desbocada y total . De paso por Durango ella le pidió que parara en pleno desierto, la ayudo a bajar, la colocó en una silla y la protegió con una sombrilla, ella sonreía pese a los dolores , parecía querer abarcar todo el universo con la mirada, el poder ensordecedor del silencio los dejó pasmados, ella entonces tomó la mano de él y soltó la vida en un suspiro, él acarició la mano lánguida y levantó una tranquila mirada al infinito, ahí se quedó un largo rato, pensando en todo y en nada, en la brevedad de la vida, en los tiempos idos, en las certezas estúpidas, en la absurda negación de la muerte día a día trabajando, planeando, soñando, tomó su cámara y la azotó contra el asfalto, se dejó caer recargado en la camioneta, el perro se echó a sus pies, el loro no dijo nada

No hay comentarios:

Publicar un comentario